lunes, 5 de marzo de 2012

40 putes & Petröleo

Por Joan Cabot

Cuando supe que para la presentación de “La flor de piel” Petröleo había añadido a la formación un batería me llevé una leve decepción. El nuevo miembro del grupo se llama Sebastien Lasternas y no tiene culpa de nada, pero en su momento la decisión de Alberto Diarian de grabar el segundo disco del grupo sin mediar sección rítmica me pareció valiente y, en cierto sentido, la conclusión lógica del camino emprendido por Petröleo en su primer trabajo, “Viaje al fin de la noche”.

Quizás porque las canciones de Diarian piden este tipo de sonido: crudo y casi cruel, tenebrosamente suave y plácido, como una flor abriéndose a cámara lenta. La música de Petröleo puede resultar dolorosa –de hecho, quiere ser dolorosa- pero siempre lo es desde la belleza y conservando cierta reserva de ternura, y es precisamente en el contraste entre una sequedad aparente y su trasfondo humano e incluso cálido donde el trabajo del grupo adquiere todo su sentido.

Porque “La flor de piel” es un trabajo sobre el dolor compartido, sobre la cura mediante la catarsis, como si recitar el nombre de nuestros demonios fuera la única forma de exorcizarlos. No es un disco precisamente fácil, pero cómo todo proceso de redención el esfuerzo implica recompensa.

Esta nueva versión todavía más desnudada exagera la lentitud de las canciones, radicalizando el efecto en temas ya desde la inicial “Lo fuego seco”. A partir de aquí la voz de Alberto Diarian acontece un rumor en que se diluyen las palabras, casi desenfocadas por la pausa marcial del ritmo. La economía de recursos crea un efecto encantador: la guitarra acústica aporta la estructura básica mientras las florituras del bajo de Gaspar Reixach ensanchan el decorado y los efectos de Dani Zamora acaban de dotar el conjunto de la profundidad necesaria. El espacio permite al grupo formidables sutilezas, como que el “que entre ahora el mar” de “La herida luminosa” sea acompañado por una leve ola de feedback o el juego de voces dobladas de “Huesos de cristal”, todo para reforzar el que de viste importa aquí: los textes de Diarian. Al pricipio de “Libros de texto” encontramos un buen ejemplo de esto...

De cómo se escapan
los rayos de luz,
del frío sabor del amianto.
Del peso del lastre
del que ya no está,
y como nos siguen sus pasos.

Me cuesta imaginar a ningún otra autor mallorquín contemporáneo firmando unas palabras tan bien paridas y evocadoras, con una intención tan clara. No quiero decir que no haya otros grandes escritores de letras en la escena local, sólo que Alberto Petröleo es uno de los más excepcionales que podemos encontrar ahora mismo. Y haber sido capaz de crear estos textos y un decorado sonoro que los eleva y duplica su efecto es lo que hace de “La flor de piel” un disco especial. Y, vale, ahora tienen batería, pero no tiene porque ser malo, no?

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